La imagen de un niño que acaba de despertar de una operación, entre sueño y desconcierto, puede poner nerviosos hasta a los padres más tranquilos. Sentir dolor después de una cirugía es una experiencia íntima y, en el caso de los niños, también es un reto para quienes los rodean: interpretar señales, decidir cuándo intervenir y mantener la calma mientras se protege y se alivia a quien sufre. Este artículo pretende ser una brújula práctica y humana: combinar evidencia, sentido común y tácticas concretas para manejar el dolor postoperatorio en la infancia, siempre con la advertencia de que cada niño es único y que las decisiones finales deben tomarse con el equipo sanitario que lo atiende. Voy a acompañarte paso a paso por la evaluación, las herramientas farmacológicas y no farmacológicas, la comunicación con el niño y la familia, y los criterios que indican cuándo buscar ayuda urgente, sin entrar en indicaciones de dosis concretas, pero sí brindando recursos y recomendaciones claras para actuar con seguridad y confianza.
Por qué importa el manejo del dolor en niños
El dolor no es solo una sensación desagradable: durante la infancia puede alterar el sueño, la alimentación, el vínculo con los cuidadores y la recuperación física. A corto plazo, el dolor mal controlado aumenta el estrés fisiológico del niño y puede generar complicaciones, como una menor movilidad o rechazo a vacunas y cuidados futuros. A largo plazo, la experiencia de un dolor intenso en etapas tempranas puede modificar la percepción del dolor y aumentar la sensibilidad a estrés en futuras intervenciones. Por eso, el manejo del dolor postoperatorio no es un lujo ni un mero bienestar: es parte de una recuperación eficiente y de la prevención de secuelas físicas y emocionales.
Cuando los padres perciben que el equipo clínico toma en serio el dolor del niño, la experiencia de la hospitalización resulta menos traumática y la adherencia al plan de alta mejora. Además, un control adecuado del dolor permite empezar antes con la rehabilitación, disminuir la estancia hospitalaria y reducir la necesidad de analgesia intensiva posteriormente. En suma, atender el dolor con prontitud y criterio es cuidar del niño en su totalidad: su cuerpo, sus emociones y su desarrollo futuro.
Evaluación del dolor: hablar el idioma del niño
Evaluar el dolor en un niño requiere más que preguntar «¿dónde te duele?». Depende de la edad, del lenguaje, del desarrollo cognitivo y de la capacidad para expresar emociones. Para bebés y niños pequeños se usan señales conductuales y fisiológicas; para los mayores, escalas adaptadas sirven para medir intensidad y características. Lo fundamental es utilizar herramientas validadas, observar cambios en el comportamiento habitual y escuchar a los padres, que a menudo conocen mejor que nadie las reacciones del niño.
A continuación un cuadro comparativo sencillo de herramientas de evaluación habituales, con su utilidad y limitaciones. Ten en cuenta que la interpretación siempre debe ajustarse al contexto clínico y a la experiencia del equipo sanitario.
| Herramienta | Edad aproximada | Ventajas | Limitaciones |
|---|---|---|---|
| Escala FLACC (Face, Legs, Activity, Cry, Consolability) | 0-7 años (o pacientes no verbales) | Basada en conducta, fácil de aplicar, útil en postoperatorio inmediato | Puede confundirse con ansiedad o estrés; requiere observación |
| Escala de caras (Faces Pain Scale – Revised) | 3-8 años | Visual, comprensible para niños pequeños | Interpretación subjetiva, influida por entorno emocional |
| Escala numérica (0-10) | >8-9 años | Rápida y útil para seguimiento | Requiere comprensión numérica y concepto de intensidad |
| Observación clínica y reporte parental | Todas las edades | Complementa escalas; contextualiza cambios | Subjetiva; depende de experiencia del observador |
Además de las escalas, conviene prestar atención a señales conductuales: irritabilidad persistente, llanto inconsolable, rechazo de la alimentación, postura antálgica (evitar mover una parte del cuerpo), falta de sueño, menor interacción social y cambios en los patrones respiratorios o cardíacos. Para facilitar la comunicación y la evaluación en la práctica, aquí tienes una lista de preguntas útiles que el equipo sanitario y los padres pueden hacer, adaptadas a la edad del niño:
- Para bebés: ¿Está comiendo igual? ¿Ha cambiado el llanto? ¿Se calma con el contacto de los padres?
- Para preescolares: ¿Dónde duele? ¿Cómo está afectando el juego o el sueño? ¿Qué hace que se sienta mejor o peor?
- Para escolares y adolescentes: Pídeles que describan la sensación (punzante, quemante, sordo), si se alivia con alguna posición o acción, y cómo altera su día a día.
Observación continua y registro
Registrar el dolor de forma sistemática durante las primeras 48-72 horas postoperatorias es muy valioso. Un cuaderno o una hoja de seguimiento con hora, intensidad (según la escala usada), intervenciones realizadas y respuesta observada ayuda a ajustar el plan terapéutico y facilita la comunicación con el equipo en sucesivas consultas. Además, el registro permite detectar patrones: por ejemplo, dolor que aumenta al moverse, dolor que aparece al despertar o dolor recurrente durante la noche.
Estrategias farmacológicas: qué se considera y cómo negociar con el equipo médico

La farmacología sigue siendo una herramienta clave para controlar el dolor postoperatorio, pero su uso debe conciliar eficacia y seguridad. En pediatría se utilizan distintas familias de fármacos en un enfoque multimodal: analgésicos no opioides, antiinflamatorios, opioides cuando están indicados y técnicas regionales administradas por anestesiólogos. El objetivo del enfoque multimodal es combinar fármacos y técnicas con distintos mecanismos para mejorar el alivio y reducir efectos secundarios.
Es importante subrayar que las decisiones sobre qué medicamento, qué vía y durante cuánto tiempo son competencia del equipo médico encargado del niño. Como cuidador, lo más útil que puedes hacer es informarte sobre las opciones, preguntar por los efectos secundarios posibles, entender la forma de administración (oral, intravenosa, bloqueos) y pactar un plan claro de seguimiento. Evita automedicar sin indicación profesional, especialmente con fármacos que requieren ajuste por peso o condiciones médicas.
A continuación un cuadro que muestra de forma general las familias de fármacos y consideraciones habituales sin entrar en dosis o regímenes concretos:
| Clase | Uso común | Ventajas | Precauciones |
|---|---|---|---|
| Analgésicos no opioides (ej. paracetamol) | Dolor leve-moderado, base de analgesia | Poca sedación, buena tolerabilidad | Seguir indicación médica respecto a frecuencia y límites; vigilar enfermedad hepática |
| AINEs (antiinflamatorios) | Dolor con componente inflamatorio, complemento útil | Buena acción antiinflamatoria y analgésica | No indicados en ciertos casos (riesgo de sangrado, función renal alterada); consultar siempre |
| Opioides | Dolor moderado a severo, manejado por personal sanitario | Eficaces en dolor intenso | Riesgo de sedación y depresión respiratoria; control estricto y educación familiar |
| Técnicas regionales (bloqueos nerviosos) | Analgesia localizada y a menudo más prolongada | Disminuyen necesidad de opioides | Requieren personal entrenado; discutir duración y signos de complicación |
Cuando se utilizan opioides, el equipo debe explicar claramente los signos de alarma que requieren evaluación inmediata y las medidas de seguridad en el hogar (por ejemplo, administración por persona responsable, evitar mezclar con alcohol, guardar fuera del alcance de otros niños). Para cualquier medicamento, preguntar por interacciones, alergias previas y si el niño tiene condiciones comórbidas que influyan en la elección. Si surgen dudas, solicita al equipo una hoja de instrucciones por escrito y, en lo posible, una línea de contacto para resolver cuestiones en horas fuera de consulta.
Modelos de administración que favorecen la seguridad
Existen diversas formas de administración que pueden recomendarse según el caso: administración pautada por el personal, analgesia controlada por el paciente (PCA) en adolescentes o controles rompimiento supervisados. En todos los casos, la clave es que el método escogido se adecue a la edad, la capacidad de comprensión y la seguridad del menor. Pide al equipo que explique cómo se monitoriza al niño después de la medicación y qué se espera como respuesta.
Estrategias no farmacológicas y manejo del entorno
Muchos recursos que no son medicamentos ayudan de forma significativa a aliviar el dolor y la angustia postoperatoria. Estas medidas, además de ser complementarias, empoderan a las familias y mejoran la experiencia del niño. Entre las más eficaces están la contención física y emocional, técnicas de distracción, procedimientos de confort y terapias complementarias adaptadas a la edad.
Aquí tienes una lista práctica de intervenciones no farmacológicas que pueden aplicarse en el hospital y en casa:
- Contacto piel con piel y presencia calmada de los padres, especialmente en lactantes.
- Técnicas de distracción: vídeos, juegos, libros interactivos, aplicaciones adaptadas para niños.
- Terapia de juego y preparación con muñecos que reproducen el procedimiento.
- Técnicas de respiración y relajación guiada para niños mayores y adolescentes.
- Masaje suave y posicionamiento cómodo que evite tensión en la zona operada.
- Música terapéutica y estimulación sensorial agradable (texturas, olores suaves).
- Aplicación de frío o calor local solo cuando lo indique el equipo; la indicación depende del tipo de cirugía.
Las intervenciones deben adaptarse a la edad: por ejemplo, para un bebé el contacto y la succión son extremadamente efectivos; para un niño en edad escolar, una aplicación interactiva que ofrezca recompensas puede cambiar la experiencia del dolor; para un adolescente, respetar su privacidad y ofrecer explicaciones claras suele ser más efectivo que distracciones infantiles.
Preparación preoperatoria: invertir tiempo que se ahorra después
Preparar al niño y a la familia antes de la cirugía reduce la ansiedad y mejora la respuesta al dolor postoperatorio. La educación preoperatoria no es una carga extra: es una inversión que facilita la colaboración en el postoperatorio. Explicar en lenguaje adaptado qué se puede esperar, practicar técnicas de respiración y realizar un recorrido visual del área hospitalaria ayuda al niño a sentir control. Para los padres, recibir una guía sobre el manejo del dolor, la medicación y los signos de alarma disminuye la incertidumbre y mejora la toma de decisiones.
Comunicación eficaz con el niño y la familia
La comunicación es tan terapéutica como muchas intervenciones médicas. Hablar con honestidad, sin alarmismos, y ofrecer opciones reales (por ejemplo, «¿Prefieres que tu mamá te sostenga la mano o que te cuente una historia?») da al niño un sentido de control que reduce el sufrimiento. Utiliza palabras sencillas, evita metáforas que pueden asustar y valida las emociones: «Sé que duele y que da miedo, estás haciendo algo muy valiente». Pregunta a los padres cómo suelen calmar al niño en casa y usa esas estrategias.
Si el niño tiene miedo a las agujas o a determinadas maniobras, es útil negociar pequeñas recompensas o refuerzos positivos y emplear profesionales en preparación preoperatoria y terapia del juego. Para adolescentes, respetar autonomía y confidencialidad en lo que sea posible favorece la adhesión al plan. En todas las edades, documentar las conversaciones y las preferencias en la historia clínica facilita la atención continua.
Monitoreo y señales de alarma: cuándo buscar ayuda urgente
Saber qué signos requieren evaluación urgente es fundamental para la seguridad del niño. No se trata de alarmarse ante cualquier malestar: la mayoría de los postoperatorios incluyen dolor que mejora con el tratamiento y el tiempo. Sin embargo, hay señales que deben motivar contacto inmediato con el equipo de salud o acudir al servicio de urgencias.
Lista de señales de alarma que requieren evaluación médica urgente:
- Dolor que empeora progresivamente y no mejora con las medidas prescritas.
- Fiebre alta o escalofríos que aparezcan después de la cirugía, especialmente si se acompaña de enrojecimiento o secreción en la herida.
- Enrojecimiento, hinchazón intensa o secreción purulenta en el sitio quirúrgico.
- Dificultad para respirar, somnolencia excesiva, o cambios en el estado de conciencia (especialmente relevante si se administraron opioides).
- Vómitos persistentes que impidan la toma de medicación oral o la hidratación.
- Formación de hematomas grandes o sangrado activo en la zona operada.
- Signos neurológicos nuevos: debilidad, pérdida de sensibilidad, o dolor que irradia de forma inusual.
Si el niño ha recibido opioides y hay sospecha de sedación profunda o respiración disminuida, contactar de inmediato con el servicio médico. Es recomendable tener un plan claro en el alta sobre a quién llamar fuera del horario habitual y cuándo acudir a urgencias.
Plan de alta y cuidados en casa

Una buena planificación del alta es esencial para una recuperación segura y cómoda. El plan debe incluir: instrucciones claras sobre la medicación (qué fármaco, cuándo y cómo administrarlo —siempre siguiendo la indicación escrita del equipo—), manejo de la herida, actividad física permitida, alimentación adecuada y un cronograma de seguimiento. Además, instrucciones sobre cómo almacenar y desechar medicamentos y cómo manejar el control del dolor durante la noche son vitales.
Aquí tienes una tabla con un modelo de lista de control para el alta que puedes pedir al equipo sanitario adaptado al caso concreto:
| Aspecto | Información que debe incluirse |
|---|---|
| Medicaciones | Nombre del fármaco, vía de administración, frecuencia, duración estimada, efectos secundarios a vigilar, contacto para dudas |
| Cuidados de la herida | Cómo limpiar, cuándo cambiar vendajes, signos de infección, restricciones de baño o natación |
| Actividad | Movilidad permitida, ejercicios recomendados, qué evitar y cuándo reanudar la escuela o deporte |
| Control del dolor | Escala para que los padres registren intensidad, intervenciones no farmacológicas sugeridas, plan de seguimiento |
| Contacto y seguimiento | Fecha y hora de la consulta de control, teléfono de contacto fuera de horario, indicaciones para urgencias |
En casa, es útil mantener un ambiente tranquilo, facilitar el descanso y ofrecer comidas pequeñas y nutritivas si el apetito está disminuido. Fomenta movilidad gradual según lo permitido; la inmovilidad completa a menudo retrasa la recuperación. Y recuerda: no dejar al alcance de otros niños la medicación prescribe y guardar los registros de dolor para la consulta de seguimiento.
Rol del equipo multidisciplinario
El manejo óptimo del dolor postoperatorio se beneficia de la colaboración entre distintas disciplinas: cirujanos, anestesiólogos, enfermería, farmacéuticos, fisioterapeutas, psicólogos y, en algunos casos, especialistas en dolor pediátrico. Cada profesional aporta una mirada: el anestesiólogo planifica la analgesia peroperatoria y regional, la enfermera monitoriza en el postoperatorio inmediato, el farmacéutico aporta seguridad en la medicación y el psicólogo ayuda con estrategias de afrontamiento. La coordinación y la comunicación entre estos miembros garantizan que el plan sea coherente, seguro y centrado en el niño.
Para las familias, solicitar una reunión breve con el equipo antes del alta puede aclarar dudas, alinear expectativas y evitar errores. En centros con unidades de dolor pediátrico, la intervención temprana de este equipo reduce las complicaciones y optimiza los resultados.
Consideraciones especiales: neonatos, niños con necesidades especiales y dolor crónico
Existen situaciones que requieren atención y adaptación: los neonatos y prematuros, por su fisiología particular, necesitan una evaluación y un ajuste cuidadoso; los niños con discapacidad cognitiva pueden mostrar señales atípicas de dolor y requieren herramientas específicas; y aquellos con dolor crónico previo que se someten a cirugía necesitan un plan individualizado que contemple su situación previa y evite re-exacerbaciones.
En neonatos, el dolor tiene efectos importantes en el desarrollo y la respuesta al estrés, por lo que el equipo debe aplicar protocolos especializados. En niños con necesidades especiales, involucrar a cuidadores que conocen las señales del niño es imprescindible. Para pacientes con dolor crónico, es útil coordinar con el equipo que maneja el dolor previo para ajustar medicación y estrategias, y para prevenir la cronificación del dolor postoperatorio.
Investigación y buenas prácticas emergentes
La investigación en analgesia pediátrica avanza constantemente: se exploran nuevas combinaciones multimodales, técnicas regionales con catéteres más seguros, protocolos de «recuperación mejorada tras cirugía» (ERAS) adaptados a niños y la integración de terapias digitales para la distracción y el autocontrol del dolor. Asimismo, las iniciativas de atención centrada en la familia y el uso de telemedicina para seguimiento remoto han mostrado beneficios en adherencia y satisfacción.
Aunque los avances son prometedores, la adopción debe basarse en evidencia y en la evaluación del balance beneficio-riesgo en cada grupo etario. Preguntar al equipo si existen protocolos ERAS pediátricos o si hay disponibilidad de unidad de dolor pediátrico puede abrir la puerta a prácticas más eficaces y con mejores resultados funcionales.
Recursos y herramientas útiles
Tener fuentes fiables facilita la comprensión y la toma de decisiones. Busca información en los servicios de salud locales, hospitales pediátricos y sociedades científicas de anestesiología pediátrica. Muchas instituciones ofrecen materiales para padres en lenguaje simple, escalas de dolor imprimibles y aplicaciones recomendadas para distracción y registro de síntomas. Pregunta al equipo por materiales escritos y asegurate de que cualquier aplicación o página web usada sea de confianza y compatible con la edad del niño.
Consejos prácticos para padres en las primeras 72 horas
Para cerrar esta sección práctica, aquí tienes una lista breve de acciones concretas y seguras que suelen ayudar en el postoperatorio inmediato:
- Sigue exactamente las indicaciones de medicación proporcionadas por el equipo sanitario; si algo no está claro, pregunta antes de administrar.
- Registra dolor, sueño, ingesta y deposiciones durante los primeros días para detectar cambios relevantes.
- Ofrece confort físico (almohadas, mantas), contacto y calma; evita sobreestimular en momentos de dolor.
- Aplica técnicas de distracción según la edad: canto o historias para los más chicos; música o videojuegos cortos para los mayores.
- Vigila signos de alarma y no dudes en contactar si algo te preocupa.
Construyendo una experiencia de recuperación menos traumática
El manejo del dolor postoperatorio en niños es tanto ciencia como arte. Requiere protocolos basados en evidencia, pero también sensibilidad para adaptar las medidas al temperamento del niño, al contexto familiar y a las expectativas culturales. El objetivo no es eliminar todo malestar (lo cual no siempre es posible), sino minimizar el sufrimiento, favorecer la recuperación funcional y preservar la confianza del niño en los cuidadores y el sistema de salud. Cuando las familias y los profesionales comparten objetivos claros, la experiencia mejora para todos.
Conclusión
El control del dolor postoperatorio en la infancia es una responsabilidad compartida que combina evaluación sensible, estrategias farmacológicas seguras, medidas no farmacológicas efectivas y comunicación clara entre equipo sanitario y familia; priorizar la educación preoperatoria, registrar de forma sistemática las respuestas y conocer las señales de alarma asegura una recuperación más rápida y menos traumática, y siempre que surjan dudas o signos preocupantes, debe consultarse de inmediato con el profesional de salud responsable del niño.