La apendicitis aguda es una de las urgencias abdominales más temidas durante el embarazo porque combina la necesidad de una actuación rápida con la ansiedad añadida de proteger al feto. Imagina a una mujer embarazada que llega a urgencias con dolor abdominal no específico: el diagnóstico no siempre es claro, la presentación clínica puede cambiar con el tamaño uterino y los profesionales deben equilibrar rapidez diagnóstica y terapéutica con prudencia para minimizar riesgos fetales. En este artículo vamos a recorrer, en un lenguaje claro y conversacional, las distintas vías quirúrgicas para realizar una apendicectomía durante la gestación, las adaptaciones técnicas y clínicas que suelen recomendarse, las ventajas y limitaciones de cada enfoque y las consideraciones obstétricas y anestésicas que condicionan la decisión. No busco darte una receta quirúrgica paso a paso, sino ofrecerte un panorama completo, actualizado y accesible que sirva de guía orientadora para profesionales, pacientes curiosos y cualquier lector interesado en entender por qué la elección de la vía no es siempre obvia y cómo se prioriza la seguridad de madre y feto.
El reto del diagnóstico: por qué la apendicitis en el embarazo puede ser una “trampa” clínica
Detectar una apendicitis durante el embarazo puede ser más complicado que en una mujer no gestante. A medida que el útero crece, el apéndice puede desplazarse hacia arriba y hacia afuera, modificando la localización clásica del dolor. Asimismo, síntomas como náuseas, vómitos o leve dolor abdominal pueden atribuirse inicialmente a la gestación, retrasando la sospecha clínica. La leucocitosis, tan útil en otras ocasiones, es menos específica porque los recuentos leucocitarios pueden elevarse fisiológicamente en la gestación. Por eso, el enfoque diagnóstico se apoya en una evaluación clínica cuidadosa, imagenología dirigida y una colaboración fluida entre cirugía, obstetricia y anestesia.
Cuando explico esto en la sala de espera o en una visita, me gusta subrayar que el objetivo es actuar con rapidez cuando existe sospecha fundada, porque la demora aumenta el riesgo de perforación, sepsis materna y parto pretérmino. No todas las pacientes con dolor y sospecha terminarán en quirófano; muchas se evalúan con ecografía y, si es necesario, con resonancia magnética (MRI) para confirmar el diagnóstico sin radiación ionizante. La tomografía computarizada (TC) sigue siendo la prueba más sensible en general fuera del embarazo, pero en gestantes se reserva por casos en que la MRI no esté disponible o no sea concluyente y el beneficio supere el riesgo, aplicando siempre protocolos de baja dosis y blindaje fetal.
Imágenes y pruebas: cómo elegir entre ecografía, resonancia y TC
La ecografía abdominal y transvaginal es el primer estudio de imagen sugerido por su disponibilidad y seguridad (sin radiación), aunque su rendimiento depende en gran medida del operador y de la edad gestacional; después del primer trimestre la visualización del apéndice puede ser limitada. La resonancia sin contraste (MRI) se ha impuesto como la herramienta de segunda línea preferida, con alta sensibilidad y especificidad y sin exposición a radiación ionizante, siendo especialmente valiosa cuando la ecografía es inconclusa. La TC se reserva para situaciones en que MRI no es accesible o no puede realizarse urgentemente, y cuando la información añadida condicionará la intervención quirúrgica; si se emplea, se utilizan protocolos de baja dosis y medidas para reducir la exposición fetal.
A continuación encontrarás una tabla comparativa sencilla que resume las ventajas y limitaciones de cada modalidad:
| Modalidad | Ventajas | Limitaciones |
|---|---|---|
| Ecografía | Sin radiación, accesible, rápida, buena en primer trimestre | Operador-dependiente, visualización limitada en gestaciones avanzadas |
| Resonancia magnética (MRI) sin contraste | Alta sensibilidad/especificidad, sin radiación, excelente para abdomen y pelvis | Menor disponibilidad, mayor coste, más tiempo de estudio |
| Tomografía computarizada (TC) | Rápida, ampliamente disponible, muy sensible | Radiación ionizante (uso reservado), requiere protocolos especiales |
Principios obstétricos y anestésicos que guían la decisión quirúrgica
Antes de caminar hacia el quirófano, hay que pensar en varios asuntos obstétricos y anestésicos. La monitorización fetal antes y después de la cirugía es una práctica habitual cuando la edad gestacional lo permite; si la gestación es viable (habitualmente tras 24 semanas, dependiendo del centro), la monitorización intraoperatoria fetal puede considerarse, especialmente en procedimientos prolongados o complicados. La anestesia general suele ser segura en manos experimentadas; sin embargo, la posición de la paciente se adapta para evitar la compresión aortocava: un ligero giro hacia la izquierda (tilt lateral de 15 grados) es recomendable para mejorar el retorno venoso y la estabilidad hemodinámica materna. Mantener ventilación adecuada y evitar hiper o hipocapnia es esencial porque el CO2 materno se transmite al feto.
En cuanto a medicamentos, la elección de antibióticos y analgésicos debe ser acorde con recomendaciones obstétricas, evitando fármacos claramente teratogénicos o perjudiciales para el embarazo cuando existan alternativas seguras. La tromboprofilaxis debe valorarse teniendo en cuenta factores de riesgo maternos, la duración de la cirugía y las recomendaciones locales.
Vías quirúrgicas: laparoscópica frente a abierta, ¿cuál elegir?
Aquí llegamos al meollo: ¿cirugía laparoscópica o apendicectomía abierta? Durante años hubo debate sobre la seguridad relativa de la laparoscopia en embarazo, especialmente en el segundo y tercer trimestre, por preocupaciones sobre el efecto del neumoperitoneo, la distensión abdominal y el riesgo de lesión uterina. Sin embargo, la evidencia acumulada en la última década muestra que la laparoscopia, con adaptaciones técnicas apropiadas, es segura y efectiva en las diferentes etapas de la gestación, y puede asociarse a una menor estancia hospitalaria y recuperación más rápida. Aun así, existen situaciones en las que la vía abierta puede ser más adecuada: apendicitis complicada con peritonitis extensa o absceso, falta de experiencia laparoscópica en el equipo, o limitaciones anatómicas que dificulten el abordaje mínimamente invasivo.
Al tomar la decisión se ponderan factores como la edad gestacional, la estabilidad materna, la presencia de complicaciones (perforación, absceso), la experiencia del equipo quirúrgico y la disponibilidad de recursos (MRI, monitorización fetal, anestesista con experiencia obstétrica). A continuación desgloso con más detalle cada enfoque.
Apendicectomía laparoscópica: adaptaciones y ventajas
La laparoscopia en embarazadas ha evolucionado hasta convertirse, en muchos centros, en la primera opción para apendicitis no complicada. Sus ventajas incluyen menor dolor postoperatorio, menor riesgo de hernia de la incisión, recuperación más rápida y menor estancia hospitalaria, aspectos apreciables en una gestación donde la movilización y el bienestar de la madre son esenciales.
Técnicamente, se recomiendan ciertas adaptaciones: entrada segura al abdomen (Hasson abierta o trocar óptico) para evitar lesión uterina, desplazamiento de los puertos hacia posiciones más altas o laterales en gestaciones avanzadas (por ejemplo, trocar umbilical supraumbilical o a nivel del epigastrio, o acceso por el punto de Palmer en el hipocondrio izquierdo para el primer trocar), y uso de presiones de insuflación moderadas y controladas (generalmente se sugiere mantener la presión de CO2 tan baja como sea compatible con una visión y espacio de trabajo seguros, típicamente en torno a 10-12 mmHg, aunque algunos centros aceptan 8-12 mmHg). El monitoreo de la ventilación y la corrección de la hiper/hipocapnia es fundamental porque los cambios en el CO2 materno alteran el equilibrio fetal.
Otra adaptación práctica es la reposición del paciente en posición lateral parcial izquierda para reducir la compresión aortocava por el útero gravídico, lo que contribuye a mantener una perfusión materna y fetal adecuada. La extracción del apéndice se realiza con cuidado para evitar la manipulación excesiva del útero y, cuando existe inflamación avanzada, se considera ampliar un puerto o realizar una pequeña incisión para extracción controlada si fuese necesario.
Apendicectomía abierta: cuándo sigue siendo la mejor alternativa
La vía abierta conserva indicaciones claras: apendicitis con peritonitis difusa, absceso apendicular importante, cirugía previa con adherencias que hacen difícil la laparoscopia, o en centros donde la experiencia laparoscópica en embarazo es limitada. La incisión puede adaptarse según la localización del dolor y la posición del apéndice: incisión tipo McBurney o una incisión oblicua en el cuadrante inferior derecho es la más clásica, aunque en gestaciones avanzadas el apéndice puede desplazarse hacia el hipocondrio derecho y la incisión puede requerir ajustes.
La ventaja de la vía abierta es la exposición directa y la rapidez, algo valioso ante una paciente con sepsis o inestabilidad hemodinámica. Sin embargo, la recuperación puede ser más lenta y el dolor posoperatorio mayor en comparación con la laparoscopia, aspectos que conviene ponderar en una persona embarazada.
Comparación práctica: laparoscopia vs abierta
Para facilitar la comprensión, aquí tienes una comparación resumida en forma de lista y tabla que puede ayudar al equipo a decidir en la práctica.
- Ventajas laparoscopia: menor dolor, recuperación más rápida, menor estancia hospitalaria, menor riesgo de infección de herida.
- Desventajas laparoscopia: requiere experiencia, adaptaciones técnicas, necesidad de técnicamente controlar neumoperitoneo.
- Ventajas abierta: rápida exposición, útil en casos complicados o inestables, menor dependencia de tecnología.
- Desventajas abierta: mayor dolor, estancia hospitalaria potencialmente más larga, mayor riesgo de eventración en el sitio de incisión.
| Criterio | Laparoscopia | Apertura (abierta) |
|---|---|---|
| Recuperación | Más rápida | Más lenta |
| Dolor posoperatorio | Menor | Mayor |
| Visualización y exploración abdominal | Excelente, permite ver cavidad completa | Limitada al campo abierto |
| Uso en perforación/absceso | Posible, pero depende de experiencia | Preferida en casos severos o inestables |
| Recomendación según trimestre | Generalmente segura en todos los trimestres con adaptaciones | Buena alternativa en cualquier trimestre cuando indicada |
Elección por trimestre: matices prácticos
No existe una regla única que diga “primer trimestre laparoscopia, tercer trimestre abierta”; la decisión es individualizada. Sin embargo, hay tendencias prácticas que conviene conocer:
– Primer trimestre: La laparoscopia suele ser bien tolerada y, además del beneficio de menor dolor, permite una exploración abdominal completa si el diagnóstico es incierto. Se presta especial atención a evitar técnicas que incrementen riesgo teratogénico y a minimizar la exposición anestésica, aunque la cirugía en este periodo no se ha asociado con aumento claro de malformaciones si es necesaria.
– Segundo trimestre: Es el periodo más “seguro” para cualquier cirugía no obstétrica programada y, tanto la laparoscopia como la vía abierta son opciones válidas; la laparoscopia tiene muy buena aceptación por la recuperación y el menor impacto funcional.
– Tercer trimestre: Conforme el útero se hace voluminoso, la ergonomía laparoscópica cambia: la colocación de puertos debe adaptarse y el acceso puede ser más complicado, pero muchos centros experimentados realizan laparoscopia con buenos resultados incluso en embarazos avanzados. En algunas situaciones, la vía abierta se prefiere por su rapidez o por la necesidad de solucionar complicaciones intraabdominales extensas.
La experiencia del equipo es un factor decisivo: un equipo hábil en laparoscopia obstétrica podrá ofrecerla como primera opción en muchos escenarios, mientras que donde no exista esa experiencia es más prudente optar por la vía abierta.
Consideraciones intraoperatorias clave
Durante la intervención hay varios puntos que marcan la diferencia en términos de seguridad:
- Posición de la paciente: ligero tilt lateral izquierdo para reducir compresión aortocava.
- Entrada al abdomen: preferir técnica abierta o trocar óptico para minimizar el riesgo de lesión uterina.
- Presión de insuflación: mantener la menor presión efectiva, habitualmente 8-12 mmHg, con monitorización de signos hemodinámicos.
- Monitorización respiratoria y control del CO2: evitar hipercapnia materna.
- Protección fetal: monitorización fetal pre y postoperatoria según edad gestacional y protocolo del centro.
- Antibióticos: administración profiláctica acorde con pautas obstétricas y quirúrgicas del centro.
Estas medidas buscan reducir riesgos tanto directos (lesión uterina, alteraciones hemodinámicas) como indirectos (parto prematuro secundario a infección o inflamación).
Cuidados postoperatorios y seguimiento obstétrico
Tras la apendicectomía, el seguimiento obstétrico debe ser proactivo. Se realiza monitorización fetal inmediata cuando el feto es viable, y se vigila la aparición de contracciones uterinas que pudieran indicar trabajo de parto prematuro. La analgesia segura y eficaz es importante: paracetamol es el analgésico de elección en muchas recomendaciones; los antiinflamatorios no esteroideos (AINEs) se usan con cautela, especialmente en el tercer trimestre por sus efectos en el cierre del conducto arterioso fetal y el riesgo de oligohidramnios. La administración de tocolíticos no está indicada de forma rutinaria, pero pueden considerarse si aparecen contracciones objetivas o amenaza de parto prematuro, en estrecha coordinación con obstetricia.
La profilaxis tromboembólica se valora según riesgo individual: embarazo, cirugía y la inmovilización aumentan el riesgo de trombosis venosa, por lo que muchas pacientes recibirán medidas preventivas mecánicas y farmacológicas según protocolos locales. Además, la vigilancia de signos de infección, fiebre o alteraciones en la herida quirúrgica sigue siendo esencial.
Resultados materno-fetales: qué dicen los datos

En líneas generales, la literatura sugiere que la intervención oportuna para apendicitis en embarazo mejora los resultados materno-fetales, especialmente porque la perforación aumenta el riesgo de complicaciones como sepsis, parto prematuro y pérdida fetal. Los estudios comparativos entre laparoscopia y cirugía abierta no muestran diferencias consistentes en mortalidad materna o fetal cuando se realizan por equipos experimentados y con las adaptaciones mencionadas; la laparoscopia se asocia, eso sí, con menor estancia hospitalaria y menor dolor posoperatorio. Lo más importante desde el punto de vista clínico es no demorar el tratamiento cuando hay sospecha fundada de apendicitis: la demora diagnóstica es uno de los mayores factores de riesgo de desenlaces adversos.
Casos especiales y complicaciones: perforación, absceso y apendicitis recurrente
La apendicitis perforada es la complicación más temida y su manejo puede requerir una cirugía más extensa, drenaje de abscesos y un tratamiento antibiótico prolongado. En presencia de absceso se puede valorar drenaje percutáneo guiado por imagen como puente a cirugía, especialmente si se desea posponer la intervención, pero esa decisión se toma caso a caso y en interacción estrecha con obstetricia. La decisión de proceder a una laparotomía vs laparoscopia dependerá de la extensión del proceso, la estabilidad materna y la experiencia del equipo.
La apendicitis recurrente o tratada inicialmente de forma conservadora (antibióticos sin cirugía) es una situación en la que la vigilancia es clave. En gestantes, la mayoría de las guías abordan la cirugía como tratamiento definitivo cuando el diagnóstico es claro, porque evitar una recurrencia que pueda presentarse más complicada suele ser deseable.
Checklist práctico para el equipo que atiende a una embarazada con sospecha de apendicitis
Para facilitar la organización en una situación de urgencia, comparto un checklist orientador que puede adaptarse a cada centro:
- Evaluación clínica rápida por cirugía y obstetricia.
- Analítica: hemograma, marcadores inflamatorios, pruebas básicas de función hepática y renal.
- Imágenes: ecografía inicial; si inconclusa, MRI sin contraste; TC solo si imprescindible.
- Discusión interdisciplinaria: decidir vía quirúrgica según estabilidad y recursos.
- Preparación anestésica con experiencia obstétrica; planificación de monitorización fetal según edad gestacional.
- Protocolo de antibióticos profilácticos y de tratamiento según gravedad.
- Posicionamiento y adaptación de técnica quirúrgica (puertos, insuflación, tilt).
- Plan postoperatorio: monitorización fetal, analgesia segura, profilaxis tromboembólica y seguimiento obstétrico.
Comunicación con la paciente: la importancia de explicar riesgos y beneficios
Uno de los aspectos más sensibles es la comunicación con la paciente y su familia. Ante la ansiedad que genera cualquier cirugía durante el embarazo, es fundamental explicar de forma clara y empática por qué la intervención puede ser necesaria, los métodos propuestos, los riesgos relativos y las medidas que el equipo tomará para proteger al feto. Responder preguntas sobre anestesia, posibilidad de complicaciones y expectativas de recuperación ayuda a reducir la incertidumbre y mejora la adherencia al plan terapéutico. En situaciones de urgencia, se debe documentar la discusión y el consentimiento informado según la normativa local.
Reflexión final sobre práctica basada en evidencia y experiencia clínica
La práctica clínica evoluciona. Lo que antes fue motivo de dudas —por ejemplo, la realización de laparoscopia en el tercer trimestre— se ha convertido en una opción aceptada en muchos centros que han acumulado experiencia y han establecido protocolos claros. Lo esencial es que la decisión sea tomada por un equipo multidisciplinario, con capacidad para adaptar la técnica al contexto clínico y con protocolos que prioricen la seguridad materna y fetal. No hay sustituto a la coordinación efectiva entre cirugía, obstetricia y anestesiología cuando se trata de manejar apendicitis en el embarazo.
Conclusión
La apendicectomía en mujeres embarazadas requiere un enfoque equilibrado que combine rapidez diagnóstica con adaptaciones técnicas para proteger a madre y feto; tanto la laparoscopia como la vía abierta son válidas y la elección depende de la edad gestacional, la extensión de la enfermedad, la estabilidad de la paciente y la experiencia del equipo; la ecografía y la resonancia magnética son herramientas esenciales para un diagnóstico certero sin exponer innecesariamente al feto, y las medidas intra y postoperatorias —posición lateral izquierda, control de la presión de insuflación, monitorización fetal adecuada y manejo anestésico obstétrico— son determinantes para minimizar complicaciones; en definitiva, la vía más segura es la que resulta de una decisión multidisciplinaria informada, oportuna y ejecutada por un equipo habituado a adaptar técnicas quirúrgicas al desafío que plantea la gestación.