El útero no es una isla; en la pelvis femenina mantiene una conversación constante y silenciosa con estructuras tan vitales como el uréter, los ovarios y las trompas de Falopio. Si imaginamos la pelvis como una ciudad densamente poblada, el útero sería la plaza central y los demás órganos, las calles, puentes y servicios que convergen en ella. Comprender estas relaciones anatómicas no es solo un ejercicio académico: es la base para diagnosticar enfermedades, planear cirugías seguras y explicar por qué ciertos síntomas aparecen de forma aparentemente desconectada. En este artículo recorreremos ese mapa con calma, con lenguaje claro y ejemplos prácticos, para que la anatomía deje de ser un conjunto de nombres y se convierta en historias de proximidad, riesgo y función compartida.
Antes de entrar en detalles, conviene advertir que no recibí una lista de “frases clave” explícita por parte del lector, por lo que en este texto he integrado de forma natural y repetida los términos anatómicos centrales: uréter, ovario, trompa (trompa de Falopio), ligamento ancho, mesosálpinx, mesovario, arteria uterina, arteria ovárica, peritoneo y cúpula vaginal entre otros, para asegurar una cobertura completa y útil del tema. Acompáñeme en este paseo pélvico: vamos a desmenuzar relaciones, a ilustrar por qué el uréter se llama a veces “water under the bridge” y a revisar las implicaciones prácticas de cada vecindad anatómica.
Al final de cada sección encontrará explicaciones aplicadas: cómo estas relaciones afectan a la cirugía, la patología y la imagenología. Mi objetivo es que, al terminar la lectura, tenga una imagen mental clara y útil de cómo el útero y sus estructuras anexas conviven en ese espacio reducido que es la pelvis femenina.
Introducción a la anatomía pélvica: contexto y claves para entender relaciones
La pelvis femenina es un espacio relativamente pequeño que alberga órganos con funciones muy diversas: reproductiva, urinaria y digestiva. El útero, los ovarios y las trompas ocupan la parte central y superior de la cavidad pélvica; sin embargo, su posición relativa cambia con la edad, la paridad, la fase del ciclo menstrual y procesos patológicos como tumores o adherencias. Entender la topografía pélvica requiere pensar en tres dimensiones y en capas: órganos, ligamentos y planos peritoneales que a su vez contienen vasos y nervios.
El peritoneo recubre y define muchos de los límites de estas relaciones. Por ejemplo, el ligamento ancho del útero es una doble capa peritoneal que crea pliegues y compartimentos —mesosalpinx, mesovario— donde las trompas y los ovarios se sostienen y donde discurren estructuras vasculonerviosas. Es en esos pliegues donde las distancias entre órganos se vuelven pequeñas y las interacciones, tanto fisiológicas como patológicas, cobran mayor relevancia.
Finalmente, la variabilidad anatómica debe recordarse siempre: el útero puede estar en posición antevertida, retrovertida, laterovergencia o presentar variantes congénitas que alteran las relaciones con el uréter, las trompas o los ovarios. Esa variación explica por qué dos pacientes con el mismo diagnóstico pueden presentar signos distintos y por qué la planificación quirúrgica personalizada es esencial.
Capas del útero y ligamentos que modelan sus relaciones
El útero está compuesto por varias capas histológicas —endometrio, miometrio y serosa— que lo dotan de función y tamaño que varía cíclicamente. Pero, desde la perspectiva de la vecindad con otros órganos, son los ligamentos los protagonistas. El ligamento ancho, por ejemplo, se extiende lateralmente desde los bordes del útero hasta la pared lateral de la pelvis; dentro de sus hojas se encuentran el mesosálpinx (que sostiene la trompa), el mesovario (que sostiene el ovario) y un plano en donde discurren vasos y nervios.
Los ligamentos útero-sacros, por detrás, fijan el útero a la columna sacra y delimitan la cavidad rectouterina (el fondo de saco de Douglas), mientras que el ligamento redondo se dirige hacia el canal inguinal y aunque no soporta gran peso, influye en la posición uterina en la adolescencia y la gestación. Estos “cables” anatómicos definen la proximidad entre órganos y crean regiones donde la cooperación funcional y el riesgo de compromiso patológico son más intensos.
Piense en los ligamentos como cuerdas que mantienen el útero en su sitio dentro de una habitación pequeña: cuando una cuerda se tensa o se suelta por una patología o cirugía, la posición del útero y su relación con el uréter, las trompas y los ovarios se alteran de inmediato.
Vascularización y drenaje: el mapa que acompaña a las relaciones
Las arterias uterina y ovárica son los principales vasos que nutren el útero y los anexos. La arteria uterina, rama de la arteria ilíaca interna, discurre en el ligamento ancho hasta acercarse al cuello uterino; es famosa por su proximidad al uréter en su paso lateral al cervix —un detalle clave en cirugía. La arteria ovárica nace de la aorta abdominal y viaja dentro del ligamento suspensorio del ovario (o ligamento infundíbulopélvico) hasta la superficie ovárica.
Este reparto vascular deja flujos colaterales y comunicaciones que explican la sensibilidad, la tendencia a sangrados en patologías y el riesgo de comprometer el uréter cuando se ligan vasos durante una histerectomía. Los drenajes venosos forman plexos amplios que también ocupan espacio: por eso masas anexiales o distensiones vasculares pueden desplazar o comprimir estructuras vecinas.
En cirugía, reconocer y preservar estos vasos (o controlarlos de forma segura) es tan importante como conocer la relación anatómica directa entre órganos: cortar sin mapa vascular es una receta para complicaciones.
Relación anatómica del útero con el uréter
El uréter desciende desde la pelvis renal hacia la vejiga, cruzando estructuras pélvicas en su trayecto. En la pelvis media, el uréter pasa por detrás del ovario y entra en el ligamento ancho, aproximándose al cuello uterino cuando se dirige hacia la vejiga. Ese tramo final es clínicamente crítico: la arteria uterina cruza por encima del uréter (es decir, el uréter pasa por debajo de la arteria uterina), y es ahí donde la máxima atención quirúrgica debe aplicarse. Esta relación ha dado lugar a la frase inglesa “water under the bridge” (el agua —uréter— corre por debajo del puente —arteria uterina).
El uréter está a pocos milímetros del cérvix y del ángulo uterino, especialmente en mujeres multiparas o con anatomía alterada por procesos inflamatorios. En procedimientos como la histerectomía abdominal o vaginal, la ligadura de la arteria uterina puede poner en riesgo al uréter si no se identifica claramente. Además, procesos como endometriosis o adherencias por cirugías previas pueden desplazar el uréter hacia rutas atípicas, aumentando el riesgo de lesión.
Más allá del riesgo quirúrgico, la proximidad implica que enfermedades urológicas y ginecológicas se influyan: un ureter dilatado por una obstrucción puede generar dolor que se confunde con un cólico ovárico, y una tumoración uterina volumétrica puede comprimir el uréter y causar hidronefrosis.
Implicaciones prácticas y ejemplos clínicos
Si el uréter se lesiona durante una cirugía ginecológica, las consecuencias pueden variar desde una fístula urinaria hasta la pérdida renal por obstrucción silenciosa. Por eso, en intervenciones complejas se recomienda identificar el uréter visualmente o mediante sondaje ureteral temporal para marcar su curso. En el embarazo, el útero agrandado desplaza ureteres y vasos, incrementando la vulnerabilidad de la vía urinaria en procedimientos obstétricos.
Otra situación frecuente es la compresión ureteral por masas anexiales, como quistes ováricos gigantes o tumores que colapsan la anatomía normal; en estos casos, la sospecha clínica debe guiar estudios de imagen para evaluar la función renal y el grado de obstrucción.
Tabla comparativa: uréter vs. estructuras anexas (ubicación y riesgo)
Estructura | Relación con el útero | Proximidad al uréter | Riesgos clínicos |
---|---|---|---|
Trompas de Falopio | Se insertan en el ángulo uterino; mesosálpinx las sostiene | Moderada; cerca en el ángulo uterino | Ectopia, adherencias, riesgo de lesión durante salpingectomía |
Ovarios | Anexados al útero por el ligamento útero-ovárico (tubo-ligamentario) | Variable; el uréter pasa por detrás y lateral | Compresión ureteral por quistes, torsión ovárica, lesiones iatrogénicas |
Arteria uterina | Desciende lateralmente al útero hasta el cuello | Muy próxima; cruza por encima del uréter | Riesgo de lesión ureteral al ligar la arteria |
Vejiga | Se apoya sobre la cara anterior del útero | Uréter entra en vejiga cerca del cuello vesical | Fístulas, adherencias tras cesárea |
Relación del útero con los ovarios
Los ovarios están unidos al útero por el ligamento útero-ovárico (o ligamento propio del ovario) y se sostienen lateralmente por el mesovario y el ligamento suspensorio (que contiene la arteria ovárica). Aunque suelen describirse como “anexos” del útero, los ovarios tienen una independencia funcional notable: producen gametos y hormonas que controlan el ciclo uterino. Anatómicamente, su posición relativa varía: pueden encontrarse en la fosa ovárica, más altos en mujeres con útero antevertido, o desplazarse en presencia de masas o adherencias.
La proximidad con el útero facilita la captura del ovocito por la fimbria de la trompa tras la ovulación, pero también permite que procesos patológicos como la endometriosis alteren ambos órganos simultáneamente. Por ejemplo, un endometrioma ovárico puede adherirse al útero o a la trompa, alterando movilidad y función reproductiva.
Desde el punto de vista quirúrgico, la relación vascular entre arteria ovárica y uterina importa: en ooforectomías es necesario controlar influjos desde la arteria ovárica (ramas directas de la aorta) y colaterales uterinas. Además, la proximidad del ureter al ligamento suspensorio debe considerarse para evitar su lesión al ligar vasos.
Lista: puntos clave en la relación útero-ovario
- El ovario está conectado al útero por el ligamento propio del ovario.
- El mesovario y el ligamento suspensorio contienen vasos que nutren el ovario.
- Las posiciones ováricas son variables y modificadas por masas o adherencias.
- Patologías ováricas pueden afectar la fertilidad al alterar la movilidad tubárica o la función ovárica.
- En cirugía, identificar la arteria ovárica y su curso es esencial para evitar hemorragias y lesiones ureterales.
Relación del útero con las trompas de Falopio
Las trompas de Falopio se inseran en los ángulos superolaterales del útero. Cada trompa consta de porciones bien definidas: infundíbulo (con fimbria), ampolla, istmo y porción intramural o intersticial que atraviesa la pared uterina. El mesosálpinx, una hoja del ligamento ancho, sostiene y contiene vasos y nervios de la trompa. Esta proximidad física entre útero y trompa es la base para la implantación intrauterina del embrión, así como para la posibilidad de embarazo ectópico cuando la fecundación ocurre pero la trasporte es impedido.
Anatómicamente, la porción intersticial de la trompa está incrustada en el miometrio; por tanto, procesos que afectan la pared uterina (fibromas submucosos, cirugías previas) pueden estrechar o afectar la comunicación tubaria. La movilidad de la trompa, fundamental para capturar el ovocito, depende de su inserción y del libre deslizamiento en el mesosálpinx; las adherencias pélvicas son enemigas de esta libertad.
Además, las trompas y el útero comparten drenaje linfático y plexos nerviosos que explican la irradiación del dolor y cómo una infección tubárica puede generalizarse al cuerpo uterino y más allá.
Tabla: segmentos de la trompa y su relación con el útero y los ovarios
Segmento | Relación con el útero | Relación con el ovario | Relevancia clínica |
---|---|---|---|
Porción intramural (intersticial) | Penetra en la pared uterina | Lejana; no participa en la captura ovárica | Ectopias intersticiales, riesgo de sangrado por perforación |
Istmo | Cercano al útero; estrecho y muscular | Indirecta | Obstrucciones tubáricas, efecto en fertilidad |
Ampolla | Se comunica con el istmo | Más próxima al ovario | Sitio frecuente de fecundación y embarazo ectópico |
Infundíbulo y fimbria | Abierto hacia la cavidad peritoneal | Funciona para capturar el ovocito | Adherencias pueden impedir captura ovocitaria |
Relaciones del útero con órganos pélvicos vecinos: vejiga, recto e intestino
El útero no solo dialoga con uréter, ovarios y trompas; en su cara anterior se apoya sobre la vejiga y en su cara posterior limita con el recto mediante el fondo de saco de Douglas. Estas relaciones condicionan síntomas frecuentes: la presión vesical por un útero grande puede causar polaquiuria, y el desplazamiento posterior puede provocar estreñimiento o sensación de presión rectal. El peritoneo forma pliegues y fosas que facilitan o limitan la comunicación entre cavidades y que son zonas de colección de líquido o de localización de endometriosis.
En la práctica quirúrgica y diagnóstica estas relaciones son clave: por ejemplo, una adherencia entre la pared vesical y el útero tras una cesárea puede complicar una histerectomía posterior; el fondo de saco de Douglas es un lugar donde se acumula sangre en hemoperitoneo y donde se localiza el dolor en endometriosis profunda. Asimismo, procesos diverticulares o tumorales rectales pueden invadir o adherirse al útero, complicando el plan terapéutico.
Lista: signos clínicos que sugieren compromiso de relaciones con órganos vecinos
- Disuria o polaquiuria asociada a masa uterina: sospechar compresión vesical.
- Dolor rectal o estreñimiento asociado a lesiones uterinas posteriores: considerar adherencias o endometriosis.
- Derrame en fondo de saco de Douglas en ecografía: posible hemoperitoneo o absceso pélvico.
- Sospecha de fístula vesicovaginal o rectovaginal tras cirugías: investigar la integridad anatómica.
Implicaciones clínicas y quirúrgicas de las relaciones anatómicas
En cirugía ginecológica, las relaciones anatómicas determinan la estrategia: conocer el plano del ligamento ancho, identificar ureter y vasos, y prever desplazamientos por adherencias o masas grandes son pasos obligados. Una histerectomía, por ejemplo, exige abrir y seccionar el ligamento ancho, ligar arterias uterinas y movilizar el cuello uterino; en cada uno de esos pasos el uréter puede estar a riesgo si no se visualiza. La ooforectomía requiere identificar la arteria ovárica y su trayecto por el ligamento suspensorio; la salpingectomía implica resecar un tramo de la trompa sin dañar la porción intramural.
En patologías como la endometriosis profunda, las adherencias pueden convertir una cirugía aparentemente sencilla en un reto: el uréter puede estar entrampado por fibrosis, el recto adherido al útero y las trompas inmóviles. Ahí la planificación con imagen y la colaboración interdisciplinaria (urología, cirugía colorrectal) son fundamentales.
Por último, la preservación de la función (futuro reproductivo, riñón, integridad vesical) debe ponderarse junto con la extirpación de enfermedad; a veces, dejar tejido funcional o realizar reconstrucciones es preferible a la resección radical.
Precauciones quirúrgicas: lista práctica
- Identificar anatómicamente el uréter antes de ligar vasos pélvicos.
- Utilizar técnicas de disección por planos y mantener hemostasia clara para reconocer estructuras.
- En pacientes con cirugías previas o endometriosis, considerar ureterolisis o sondeo ureteral.
- Valorar imagen preoperatoria avanzada (TC o RM) en masas grandes o anatomía alterada.
- Si hay duda sobre la integridad ureteral intraoperatoria, realizar cistoscopia o pielografía retrograda según disponibilidad.
Embriología: cómo el desarrollo explica las relaciones anatómicas
Las relaciones definitivas entre útero, trompas y ovarios se trazan ya en el desarrollo embrionario. El útero y las trompas derivan del conducto paramesonéfrico (mülleriano), mientras que los ovarios derivan de células germinales que migran y se asientan en la cresta gonadal. Esta proximidad embriológica explica por qué las trompas y el útero comparten revestimientos y continuidad anatómica; además, las variaciones congénitas (útero septado, uteros bicornes, didelfos) resultan de fallos en la fusión o reabsorción de conductos müllerianos.
El uréter, en cambio, procede del divertículo ureteral del seno urogenital y se integra posteriormente en la pelvis; su trayecto multiplícate y cruces sobre vasos y ligamentos dependen de complejos movimientos de plegamiento y crecimiento. Comprender estos orígenes ayuda a interpretar anomalías congénitas y a prever trayectos ureterales atípicos.
Técnicas de imagen para evaluar la vecindad entre útero, uréter, ovarios y trompas
La ecografía transvaginal es la primera herramienta: visualiza con detalle endometrio, miometrio, ovarios y colecciones anexiales; sin embargo, el uréter no siempre es visible salvo que esté dilatado. La resonancia magnética (RM) ofrece una visión multiplanar excelente para delinear adherencias, endometriosis profunda y relaciones entre masa y órganos. La tomografía computarizada (TC) es útil en urgencias y para ver órganos retroperitoneales y ureteres distendidos con contraste. La urografía intravenosa o la pielografía por TC pueden mapear la vía urinaria y su relación con procesos pélvicos.
En cirugía, la cistoscopia y la eco intraoperatoria o el sondeo ureteral pueden usarse para detectar o marcar el curso ureteral. La elección de la técnica depende de la pregunta clínica: ¿es la masa ovárica la que comprime al uréter? ¿Hay sospecha de fístula vesical? ¿Necesitamos planear una reconstrucción vascular o intestinal?
Tabla: modalidades de imagen y su utilidad
Modalidad | Fortalezas | Limitaciones |
---|---|---|
Ecografía transvaginal | Accesible, buena resolución de útero y ovarios | Visualización limitada del uréter y estructuras retroperitoneales |
Resonancia magnética | Excelente contraste de tejidos y planos multiplanares | Costosa, menos disponible en urgencias |
Tomografía computada | Rápida, buena para ureter y abdomen superior | Radiación, menor contraste de tejidos pélvicos que RM |
Pielografía (TC o IVP) | Define trayecto ureteral y obstrucciones | Necesita contraste, menos informativa sobre ovarios |
Variantes anatómicas y situaciones especiales
No todas las pelvis son iguales. Un útero retrovertido cambia la geometría y puede acercar más el cuello uterino al recto; un útero en anteversión puede presionar la vejiga. Las malformaciones müllerianas (útero septado, unicorne, didelfo) alteran la inserción tubárica y la relación con ovarios y uréteres. Las adherencias por cirugías previas o procesos inflamatorios (enfermedad inflamatoria pélvica, endometriosis) pueden “pegar” órganos que normalmente se mueven libremente, complicando tanto la fertilidad como la cirugía.
En la práctica obstétrica, el crecimiento uterino desplaza ureteres y vasos hacia arriba y lateralmente, lo que explica la frecuencia de dilatación ureteral fisiológica en el embarazo y el aumento del riesgo de lesión ureteral en cesáreas complicadas o cirugías obstétricas. Además, en menopausia los ovarios reducen su tamaño y su relación con otras estructuras cambia, un factor a considerar en intervenciones en mujeres mayores.
Consejos prácticos ante variantes anatómicas
- Ante anatomía previa conocida, revisar informes y estudios de imagen antes de intervenir.
- En malformaciones müllerianas, planear procedimientos con especialistas en reproducción si se busca fertilidad.
- Si existen adherencias pélvicas, considerar laparoscopia diagnóstica para valorar planes operatorios mínimos invasivos.
Conexiones neurovasculares y linfáticas: por qué importan más allá de la sangre
Los plexos nerviosos que inervan el útero y las trompas permiten la percepción de dolor y la regulación del tono uterino; además, las vías simpáticas y parasimpáticas que atraviesan la pelvis participan en funciones vesicales e intestinales. Las resecciones o lesiones nerviosas en cirugía ginecológica explican disfunciones urinarias o sexuales postoperatorias. El drenaje linfático, que sigue arterias uterinas y ováricas hacia diferentes cadenas ganglionares pélvicas y lumbares, es la vía de diseminación de ciertos tumores. Por tanto, en oncología ginecológica, el conocimiento de estos patrones define la extensión de linfadenectomías y las expectativas pronósticas.
La íntima relación entre vasos y nervios en el ligamento ancho y el mesovario significa que una disección apresurada puede ocasionar hemorragia, dolor neuropático o pérdida de funciones vegetativas en la pelvis.
Prevención y manejo de lesiones iatrogénicas
Prevenir es siempre mejor que reparar: identificar ureteres, marcar vasos, usar imágenes preoperatorias y, cuando convenga, sondar ureteres son medidas que reducen la tasa de lesiones. Si se sospecha una lesión ureteral intraoperatoria, la reparación inmediata (reimplantación, anastomosis o derivación temporal) suele dar mejores resultados que una intervención diferida. Para lesiones vesicales o rectales, la reparación por capas y la colaboración con urología o cirugía colorrectal son pasos prudentes.
El manejo posoperatorio exige vigilancia: oliguria, dolor abdominal localizado, fiebre o drenajes con orina o contenido fecal son señales de alarma. La detección precoz mediante imagen y pruebas funcionales permite intervenciones menos agresivas y mejores resultados.
Lista: pasos rápidos ante sospecha de lesión ureteral intraoperatoria
- Confirmar visualmente la estructura lesionada; si hay duda, sondar el uréter.
- Consultar urología para manejo inmediato si es posible.
- Si la lesión es pequeña y accesible, intentar reparación primaria; si es extensa, valorar reimplantación vesical o derivación.
- Registrar y comunicar claramente el evento al equipo y la paciente, con plan de seguimiento.
Investigación y perspectivas futuras en anatomía pélvica
La anatomía pélvica continúa siendo objeto de investigación activa: la imagen molecular, técnicas laparoscópicas avanzadas, cirugía robótica y estudios de mapeo nervioso están redefiniendo cómo visualizamos y preservamos estructuras. La realidad aumentada y las reconstrucciones 3D a partir de RM o TC ayudan a planear intervenciones complejas, permitiendo simular recorridos ureterales o localizaciones ováricas antes de entrar al quirófano. En investigación básica, el estudio de la microvasculatura y las interacciones inmune-hormonal entre ovario y útero abre caminos para nuevas terapias en infertilidad y endometriosis.
A nivel clínico, protocolos de manejo multidisciplinario (ginecología, urología, cirugía general, radiología) han demostrado reducir complicaciones en casos complejos, lo que subraya la importancia de no tratar estas relaciones anatómicas como jurisdicciones estancas sino como un territorio compartido.
Conclusión
La anatomía del útero, uréter, ovarios y trompas constituye un entramado íntimo y dinámico en el que la proximidad define función, riesgo y decisiones clínicas; conocer ese mapa —sus ligamentos, vasos, nervios y variaciones— es imprescindible para diagnosticar con precisión, planear intervenciones seguras y comprender las manifestaciones de enfermedades ginecológicas y urológicas; en la práctica, la atención cuidadosa a la relación ureter-arteria uterina, la identificación vascular y nerviosa y el uso inteligente de imagenología y técnicas mínimamente invasivas son las claves para preservar órganos y funciones en un espacio donde cada milímetro cuenta.